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La devoción al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo fue defendida magisterialmente por primera vez con la bula Auctorem Fidei del Papa Pío VI publicada el 28 de agosto de 1794.
Años después, la beata María del Divino Corazón (1863-1899), religiosa de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor y madre superiora del Convento del Buen Pastor de Oporto, pidió al Papa León XIII, a nombre del propio Cristo, la consagración del mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús. El pontífice designó comisiones para la examinación de tal petición a la luz de la revelación mística y la Tradición sagrada. Siguiendo la revisión teológica y con resultados favorables, el Papa publica su encíclica Annum Sacrum el 25 de mayo de 1899 determinando que la humanidad en su totalidad debía ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando que en la iglesia principal de cada ciudad se hiciese con la fórmula que remitía con la encíclica el 11 de junio del mismo año la consagración de toda la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús.
Ya en el siglo XX, el Papa Pio XII desarrollará los fundamentos teológicos y beneficios que supone el culto al Sagrado Corazón de Jesús en su encíclica Haurietis aquas publicado el 15 de mayo de 1956. El Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por san Juan Pablo II el 15 de agosto de 1997, citará esta encíclica en el número 478.