La devoción al Sagrado Corazón de Jesús en su esencia es tan antigua como la Iglesia. En el Calvario, nuestro Señor manifestó por primera vez su Corazón divino a través de la herida abierta en su costado por la lanza del soldado.
Pero en su forma actual, el Señor se sirvió de San Juan Eudes (1680) y de un modo especial de una humilde religiosa de la Visitación, santa Margarita María de Alacoque (1646 – 1690). Un día de la octava del Corpus (1675), nuestro Señor le dijo descubriendo su Corazón: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para manifestarles su amor; y en pago solo recibe, de la mayor parte, ingratitudes, por sus irreverencias y sacrilegios, por las indiferencias y desprecios que tienen por mi en este Sacramento de Amor. Y lo que siento más todavía es que corazones que me están consagrados me tratan de esta misma manera.» Y el Divino Maestro confió a su sierva la misión de enriquecer al mundo entero con el tesoro de esta devoción. La Novena de la Confianza que tantas almas emplean para adelantar en la vida espiritual y entrega al Señor, honra al Corazón adorable, que late en el pecho del Salvador. Le honra también, como símbolo conmovedor del amor de Dios para con nosotros que se manifiesta especialmente en la obra de nuestra salvación y en el Sacramento de la Eucaristía. La vista de este Corazón Sagrado, abrasado de amor por los hombres, nos incita a amar a Jesucristo con verdadero amor. Testigos de la indiferencia de muchos, esforcémonos con nuestro ardor y celo en reparar tanta ingratitud.
✠ SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO ✠